lunes, 16 de noviembre de 2009

Mar del Ámbar.


Hoy mientras secundia a mi cabeza para seguir buscando y seleccionando educadamente las flores de mi jardín, me doy cuenta que mi vida está completamente seca. La vasija donde yace el líquido de la victoria, el ámbar de mis sentimientos, esta con orin (el perro danés que guarda fidelidad a mí, y a mi familia). Me preguntaba si era fácil hablarle, pero sentí que las palabras sobraban, que el tiempo carecía de valor y que lo único que si lo tenía era él, y el ámbar; deseando que penetrara en mi piel como una pesada inyección.

Hace menos de un mes me deleité con el olor agradable que desprendía fácilmente de sus delicados colores y formas .Fluido del cual observe palabras transparentes y sinceras, que luego de beberlo poco a poco, con la pasión opacada por mis temores, sentí como me susurraba al oído : ”Te esperaré esta noche, con los ojos abiertos como aconseja Adriano. Esta noche también. Me cansa y me asusta despegar los ojos cada día pero hoy, otra vez la luz del día alumbró mis ojos. Si. Te esperaré. Seguiré temeroso de ti. No te enfrentaré otra vez. No valió la pena haberlo hecho antes. Desistiré de pedirte algo. Te seguiré. Silencioso. “


Caí de rodillas ante mi esposa (la flor amarilla que en invierno se para, camina y anuncia tres veces la llegada de la madrugada) diciéndole mis temores y por cuanto había odiado a mi reflejo en el mar. Desee ser mi hermano por un momento, y ser esa turbulencia salada que le proporcionaba fragilidad a cada uno de los corales y protección a la niebla oscura, mostrando su pequeño deseo, el de seguir deambulando por el mundo conociendo. Terminando mis palabras, y desprendiendo de mis ojos dos gotas de licor, fui cegado por el frio y liberado por ti. Ámbar de mil colores.

Ahora te llamo, una y otra vez, en las noches, en las tardes, y no llegas, no llegas…

Ahora desearía un soldado capaz de esconderse tras el manto húmedo que poseo, sacar su espada y combatir cuerpo-mente contra tal criatura que me atormenta. El miedo. Oigo tus dulces palabras todos los días, cuando vas a la playa y tiras piedras sobre mi cabeza, veo tus deseos en tus ojos, veo la victoria en tu escudo, deleito tus sentimientos y temores en tu mirada.

Te invito a que entres en todo mí ser, en un fluido que abarca gran porcentaje del mundo, que pruebes de mi cobertura, y que te dejes seducir por los cantos de la piel. Pido que convoques nuevamente la fe que me tenías, la capacidad de iluminar todo lo que tocas, que vueles por el espacio, que solo dejes de mirar, de pensar, y sientas. Siente el agua (mi piel) sobre tu piel, susurrando las miles de historias de las que he sido testigo.



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