viernes, 9 de octubre de 2009

PFÖRTNER

Cando bajé por las escaleras oyendo los gritos de las paredes y modificando los colores del aire, denote que el cuaderno con el que había muerto el, aún seguía allí. Mi portero, un anciano con la cara arrugada apodado por sus congéneres “uva pasa“ estaba tendido sobre la alfombra de pieles de mi edificación que era testigo de la masacre, del dolor que padeció todos los días, observando por esa ventana. Al acercarme para ojear un pequeño fragmento de su intimidad, me encontré con la página mas sucia y embelesadora que podía ver. Entre dos ojos de tigre que me veían, un muerto que me acariciaba y unas pieles que me calentaban, denote en el centro de la circunferencia las últimas palabras que habrían significado algo para aquel muerto.


“La luna se escondió. Las nubes en su mas exquisito andar, me muestran la ventana a mi ideal, a mi sueño, a una imagen que quiero tocar, a un rostro que quiero palpar .Hoy sugiero ante una hoja y una escalera que grita, que muestres tu rostro, que muestres esa parte del rompecabezas que hace años quiero armar; esas proporciones que me excitan con sus indefinidas rarezas, que me involucran y te involucran en una belleza exquisita, en un orgasmo invisible, en una sensación impredecible. Sensación ausente en el tiempo y en la puerta de la edificación donde aún habita aquella damisela encerada y destinada a llamarse ventana. Ventana… “



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